30 minutos de pensamientos paralelos y un encuentro. I Parte

domingo, 29 de marzo de 2015
Poco a poco el andar vago, errante y meditabundo, luego, un vacío despellejándose al abismo de la incertidumbre e incomprensión. Aquel chico, como una visión alienada, sus recuerdos tristes y dotados de matices oscuros, un futuro vago, una condena, el dictamen que sabe definir los contornos de una cruel realidad, que se repite sin cesar, una y otra vez. 

 30 minutos: Entra en su casa con la cara desencajada, la miseria de siempre, mira a su madre con las piltrafas que se pone todos los días a sazón de ropa, curtida por los manchones de sucio, que ni el jabón o el cloro han sabido sacar. Observa sus piernas llenas de várices, ya deformes por las incontables horas de pie, en su rostro se esboza una sonrisa que parece más bien una triste mueca, ella trata infructuosamente de disfrazar el dolor y el verdugón de su cara.
 - ¿Eso te lo hizo ese desgraciado verdad? 
- ¡No hijo usted sabe, me caí, tonta que soy!
 - Eso no se lo cree ni usted misma, ya verá, esta vez le daré una lección”. ¡Párate desgraciado!
 Sin esperar que se levante, lo toma y empieza a sacudirlo con fuerza, en unos minutos toda la aparente calma se disipa, y se escuchan en todo el barrio los gritos. 
- ¡Suéltalo que lo vas a matar!...

 29 minutos: Un portazo, sus pasos van sin dirección perdidos en la noche oscura, es que los postes los dañó “El gocho” cuando jugaba con su pistola y le dio por romper los bombillos en uno de sus trances de droga. Pronto encuentra a Rafa, lo mira con los ojos inyectados y su gesto de decisión no necesita confirmación ni palabras.
- ¡Es la hora de la verdad!, se dice. 

28 minutos: el Rafa enciende el cigarro de marihuana.
 - Toma a ver si te pones pilas, esto no es juego, estos tipos no se andan con cuentos
Él asiente con la cabeza. Toma el cigarro y pronto empieza a recordar la primera vez que vio a ese hombre y supo que su vida se había vuelto más negra, que los colores se escaparon como un pájaro por la ventana, el mundo se fue difuminando, transformándose en una noche oscura, donde no se podían distinguir los contornos de la realidad. 

27 minutos: Ahora ríe como loco, se burla recordando aquella muchacha,  creyó que estaba con ella por amor, a él no le importaba sino el hecho de sentir un placer vacío, momentáneo,  sólo unos segundos, mientras en su mente mantenía la imagen de los lisos y negros cabellos de Zulay, que no supo ni devolverle la sonrisa, ni molestarse en contestarle sus torpes piropos, aprendidos en las esquinas sucias del barrio, al fragor de los cuentos exagerados de los amigotes, que siempre empezaban con un: “me la lleve y entonces...”

 26 minutos: Ahora se oyen los disparos, unos enemigos de la “zona” que se persiguen en la oscuridad, no se ven las caras, sólo se dispara y después se averigua, no hay tiempo para la compasión, no hay lugar para las prevenciones. 
- Mañana se sabrá, es que esos perros todos son la misma broma, dirá alguien.
Se escuchaba lo mismo todos los días, después sólo una muda foto en algún periódico, tal vez sin nombre, un rostro bañado en llanto, proclamando:
-Él era un buen muchacho, venía del liceo, o de cualquier lado. 

25 minutos: Rafa enciende la moto, espera que pase el escándalo, es lo mismo todas las noches, se oyen algunos quejidos, rumores de la oscuridad que ya son el nuevo silencio. Se rompe al sonido de la aceleración; él se monta en la parte de atrás, escucha las indicaciones del compañero. Es la primera vez… cruza el muro, traspone las últimas ilusiones, es el último sueño que se esfuma. 






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