Se levantó a las 5 am y aún
estaba oscuro, había tenido una mala noche dando vueltas en la cama, fue a la
cocina e hizo café y mientras esperaba por su bebida se dirigió a la ventana. Observó
como el sol se asomaba tímidamente, jugando entre las montañas lejanas, era un
paisaje empañado a tramos con los manchones de sucio en el vidrio, así que tomó un paño y empezó
a limpiarlo… Pero en ese instante algo llamó su atención, era un bulto tirado en el piso, forzó la
vista tratando de adivinar de qué se trataba, hasta que se dio cuenta que era
una persona.
Se quedó observando y trató de ver algún movimiento…pero nada, era
como una piedra tirada en la acera. Se
iba angustiando a cada minuto, el corazón le latía cada vez con más fuerza a
medida que el sol iba saliendo y revelando los contornos de ese ser-piedra
situado en el camino de su mundo. Las personas empezaron a desfilar por la
calle, él tenía la esperanza que alguien se acercara a verle, pero todos
pasaban por su lado ignorantes de su existencia, era un objeto más del
mobiliario urbano.
A las 9 de la mañana luego de
tres tazas de café por fin llegó la ambulancia, el tumulto de gente había
invadido la calle, la policía se abrió paso a trompicones, a duras penas
pudieron sacar el cadáver, lo depositaron en una especie de bandeja de metal,
mientras lo tapaban con una tela blanca, todo con movimientos mecánicos y
organizados, sin un gasto de energía más allá de lo necesario, no repararon en
mirarle.
A dónde le llevarían, quién era, cómo se llamaba, por qué estaba allí,
qué le había pasado, fueron preguntas que agolparon su mente.
Nunca lo sabría, era un observador
más, otro curioso asomado a ese mundo anónimo, de aquellos que pasan y nunca
más vuelven…cuando el carro empezó a andar él le sonrió, sintió que merecía por lo menos
un adiós digno, así que con simpatía le agitó la mano, como se despide a los
grandes amigos… desde el corazón.
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