Aún recuerdo esa imagen, de la
gran ausente, en forma muy vaga, pero persiste en mí hasta el día de
hoy, yo parecía ser tan pequeña que sentada en el piso sólo podía mirar las piernas
y pies de las personas. No puedo evitar en este momento sentir esa ausencia,
que luego me acompañaría por el resto de mi vida… Son esas piezas del
rompecabezas que una vez perdidas jamás puedes recuperarlas y completarlo.
De pronto vi unas piernas, una
mujer de larga falda que se acercó a mí, su perfume a jazmín y esa sensación de
calidez aún están presentes, me levantó en vilo y me dio un tierno beso en la
mejilla… uno hermoso y coloreado con su labial rojo puro, ella me
logró trasmitir la melancolía de las despedidas, del adiós definitivo. Fue la
última vez que la vi y reconocí como lo que era… mi madre.
Luego un gran silencio, un
vacío que se extendería por el resto de mi existencia, son esos momentos
callados, que nadie comenta, no tienen eco, son aquellas personas que hablan en las
distancias, pero nunca se acercan. Nadie más me prodigó esa ternura y sólo pude
construir una muralla con su recuerdo, usando sus materiales: el aroma de su
perfume, el color de sus labios y la ausencia de su amor, ahí vive ella de
forma difusa…por siempre.
Para
Reina Isabel, mi abuela.
Te
reivindico en mis pensamientos
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